martes, 8 de mayo de 2007

… Para entender dónde estamos (Parte I)…

Actualmente en El Salvador estamos en un momento en el cual luego de una cruenta guerra civil, nos han caído encima casi dos décadas de implementación de medidas neoliberales y de gobiernos de ultraderecha que cada vez más sacan a luz el lastre autoritario que cargan. Frente a ello tenemos la posibilidad de luchar por un cambio.

En este artículo buscaremos algunas pistas en la historia de la política salvadoreña que permitan entender mejor la dimensión del carácter autoritario de las relaciones sociales y asumir el reto que tenemos en nuestras manos. En una primera parte se esbozarán brevemente elementos claves en la historia hasta la guerra, el cual constituye un momento de ruptura y rearticulación de la sociedad salvadoreña.

Empecemos con los orígenes: El Estado salvadoreño se formó desde sus inicios con un carácter autoritario y excluyente. Éste nació a partir de un proyecto oligárquico cafetalero promovido durante las tres últimas décadas del siglo XIX. A diferencia de los demás países centroamericanos, en los cuales el modelo económico se instauró mediante enclaves extranjeros –las típicas repúblicas bananeras--, en El Salvador el control tanto del café como del sector financiero quedó en manos nacionales, lo cual generó la creación de una burguesía salvadoreña más “altanera” y nacionalista que la de los países vecinos; elemento presente hasta la actualidad.

Luego de casi cuarenta años se dio el primer gran cuestionamiento al modelo oligárquico cafetalero, el cual mostró la fragilidad de un sistema basado en la economía internacional y la sobreexplotación de la mano de obra nacional. Los percances y la desestabilización que produjo en El Salvador la crisis financiera de Estados Unidos en 1929 y la caída de los precios internacionales del café fueron dramáticos en cuanto a costos económicos y sobre todo sociales. A nivel político, para la década de los 20´s se llevó a cabo un intento fallido de democratizar el país a partir de una serie de reformas impulsadas por Pío Romero Bosque, que culminó con el proceso de apertura durante nueve meses de gobierno del presidente Araujo en 1931.

Este corto período democratizador se interrumpe abruptamente por el golpe de Estado del Gral. Hernández Martínez a finales de 1931, quien inaugura un nuevo período en la historia sociopolítica salvadoreña caracterizado por el ascenso de gobiernos militares durante casi 50 años. Estos se plantean mantener las bases del modelo económico agro-exportador, sostenido por la continua represión y violencia. Este momento constituyó un punto de inflexión, en tanto se institucionaliza el uso de la violencia como mecanismo de control social y político.

Un hecho fundamental en la historia salvadoreña refleja tanto la magnitud del carácter autoritario como el ánimo de lucha del pueblo salvadoreño y el descontento social frente al deterioro de las condiciones sociales y económicas. Nos referimos a la insurrección y masacre indígena de 1932 en el occidente del país –zona fundamentalmente cafetalera. En enero de 1932 se dio el histórico levantamiento campesino-indígena en numerosos pueblos cafetaleros, a lo que siguió una de las más cruentas represiones en América Latina, cuando el Gral. Hernández Martínez ordena la masacre de entre 10 000 y 30 000 campesinos indígenas a los cuales se vincula con el comunismo.

No está demás decir que el trágico acontecimiento del 32 marcó mucho de la personalidad política del país. Las palabras que aludiendo al hecho escribiera el poeta Roque Dalton en su obra Las Historias Prohibidas de Pulgarcito son memorables: “Todos nacimos medio muertos en 1932… sobrevivimos pero medio vivos…”

Desde entonces el tema del comunismo, que se ubicó como justificación de la masacre, se introyectó en el imaginario político salvadoreño que permeó desde entonces y que continua vigente en los discursos políticos, sobre todo de la derecha en su intento de justificarse a sí misma.

Luego de este sangriento episodio se abre la puerta a casi 50 años de gobiernos militares en los cuales se fortalece la alianza entre oligarquía agroexportadora y (las) Fuerzas Armadas. Esta etapa, aún cuando no fue homogénea, –lo cual se manifiesta en numerosos golpes de estado: 1944, 1948, 1960 y 1961--, profundiza la exclusión política y la explotación de la gran mayoría de la población.

Otro efecto nefasto de este periodo deriva de un proceso de militarización de la sociedad a través de la institucionalización de mecanismos de control social –un ejemplo son las organizaciones paramilitares de defensa civil ORDEN-- que confrontó a la población salvadoreña y profundizó el carácter represivo de las relaciones políticas. Sin embargo, la población salvadoreña no se quedó con los brazos cruzados, lo cual se manifiesta en la presencia durante esta etapa de manifestaciones populares que cuestionaron el régimen político y económico.

En la década de 1970, la legitimidad de los gobiernos militares entra en una crisis profunda. Los fraudes electorales impuestos en 1972 y 1977 por parte de los militares revelaron que éstos no estaban dispuestos a ceder ni abrir espacios de participación. En este momento El Salvador vivió una de las crisis políticas de mayor envergadura en su historia, sin la cual no se explica el auge y apoyo social que tuvieron las iniciativas populares revolucionarias. A nivel político nacional, la crisis se expresó fundamentalmente en tres elementos, primero en la ruptura de la coalición entre oligarquía y militares que había perdurado durante casi medio siglo, segundo en el ascenso de movilizaciones sociales y en la estructuración de organizaciones revolucionarias de carácter político militar en el FMLN y, finalmente, en la posterior rearticulación de los sectores dominantes dentro de un nuevo proyecto político: ARENA.

Ante el aumento de la conflictividad social, en un esfuerzo por contener la crisis del régimen militar, en 1979 se da un golpe de Estado que persigue la transición hacia gobiernos civiles, dando lugar a la toma de poder de una junta cívico-militar. Pese a los esfuerzos por contener el conflicto armado que se avecinaba, mediante la conformación de la junta cívico-militar, hacia comienzos de la década de 1980 estalló la guerra civil.

La guerra civil se desarrolla dentro de un contexto político internacional polarizado expresado en la guerra fría. Destaca la influencia de la vecina revolución sandinista, la revolución cubana y el papel fundamental de los Estados Unidos en el apoyo y diseño de la contrainsurgencia. Este momento constituye un punto de ruptura del orden político y social en el cual la violencia y represión hacia la población salvadoreña alcanzan niveles impensables.

Durante esta década, el Estado estuvo en manos primero de la junta cívico-militar y después de la Democracia Cristiana. Una vez en el poder, ésta se caracterizó por llevar a cabo una serie de reformas económicas encaminadas a enfrentar la crisis y el conflicto –como la reforma agraria y la nacionalización de la banca y del comercio exterior, que en el fondo implicaba modificar las bases de poder de la oligarquía--, por una parte, y una firme política contrainsurgente –apoyada por el gobierno norteamericano--, por la otra. Esta alianza conformada por la Democracia Cristina, el gobierno de Estados Unidos y las fuerzas armadas, introdujo una grieta dentro del tradicional bloque de poder, dado que marginó la gestión gubernamental de las clases económicamente dominantes.

En este contexto, caracterizado por el estallido la guerra civil y por el asenso al poder de la Democracia Cristiana con políticas reformistas, en la década de los 80 nace el nuevo proyecto político de ARENA –Alianza Republicana Nacionalista-, presidido por empresarios en alianza con el ala de derecha más radical y dura de los militares. Luego de emprender una contraofensiva política e ideológica, ARENA culminó con la derrota del reformismo al asumir el poder en las elecciones de 1989, mientras modificó la estructura económica al desarrollar una serie de políticas neoliberales que seguían las indicaciones del Consenso de Washington y estaban muy a tono con los cambios en la política económica mundial.

Una editorial de la revista ECA de la Universidad Centroamericana de El Salvador, señala la esencia de las transformaciones que implicó el auge del proyecto político de las clases económicas dominantes del país: “El triunfo de ARENA, en 1989, significa el retorno de los empresarios a la administración del Estado, después de más de medio siglo de alejamiento. En ese entonces, el grupo empresarial que dirige la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social –FUSADES-, asumió la dirección del Estado con el propósito de introducir reformas orientadas a superar la crisis económica que, según ellos, era consecuencia de la guerra, de la intervención estatal y de una dirección equivocada de la economía, por parte del Partido Demócrata Cristiano –PDC-.” (ECA: 2002: 600)

Del otro lado del escenario, hacia 1980 aparece el FMLN –Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional--, en un esfuerzo por agrupar a las distintas organizaciones revolucionarias que venían germinando desde la década anterior. Así, este bloque se constituyó en un actor político, militar, social y diplomático clave en la vida del país; al punto de plantear en diversas zonas de control territorial, un orden político y social alternativo.

El FMLN, luego de la ofensiva de 1989[1], comienza a dar un giro y para 1990 se hace pública la “Proclama del FMLN a la Nación. La revolución democrática”, donde plantea cuatro grandes cambios: fin al militarismo, un nuevo orden económico social, la democratización nacional y política exterior independiente. Esta proclama muestra un viraje en la estrategia insurgente, que posteriormente derivará en las negociaciones de los Acuerdos de Paz con el gobierno salvadoreño.

Así, luego de doce años de guerra civil, el 16 de enero de 1992 se suscriben los Acuerdos de Paz en el Castillo de Chapultepec, los cuales replantearon el escenario en el país. Vásquez, un analista de los proceso políticos salvadoreños, sintetiza muy bien el momento: “Una insurrección revolucionaria, doce años de encarnizado enfrentamiento bélico y la recomposición política de las elites culminaron, finalmente, en la desarticulación del viejo Estado autoritario y el establecimiento de una nueva institucionalidad de orientación democrática”.

Los Acuerdos de Paz sentaron las bases de una nueva institucionalidad democrática. Sin embargo, no trataron a profundidad las reformas económicas neoliberales dejando la puerta abierta a los cuatro gobiernos de ARENA para profundizar los programas de ajuste y con ello profundizar la desigualdad socio-económica. El partido de derecha en el poder ha hecho caso omiso –ignorando o reprimiendo- a las numerosas manifestaciones populares que cuestionan este modelo y buscan vías alternativas para un desarrollo social y económico más justo en El Salvador.



[1] La ofensiva de 1989, -donde la ciudad de San Salvador fue tomada por fuerzas de FMLN poniendo en jaque a los militares- le mostró al reciente gobierno de ARENA y a los militares, que contrario a su creencia de un FMLN debilitado, éste aún tenía bases fuertes y que el triunfo militar distaba de ser un objetivo cercano (Montobbio: 1999: 61)


lunes, 7 de mayo de 2007

Pláticas con Carlos Henríquez Consalvi


"A mí el pasado me importa un bledo"
Carlos Dada y José Luis Sanz. Fotos de Walter Sotomayor

A Carlos Henríquez Consalvi se le escucha por lo que dice y por la certeza del valor de lo que calla. Probablemente es uno de los mejor juzgados por el paso de estos once años que han echado tierra sobre los Acuerdos de Paz, en los que los mitos guerrilleros han caído y en los que se han forjado las conversiones de unos y el monótono encasillamiento de otros en posturas tan polarizadas como los tiempos que corren. Consalvi, "Santiago", como se conoció y conoce a la principal voz y cerebro de la histórica Radio Venceremos, se escapó de ese juego de dimes y diretes por la calle del medio, abrazando la causa de la historia y reeditando su personaje en cada acción del Museo de la Palabra y la Imagen, su radio en tiempos de paz. Llega a la Plática en Punto armado. Con un libro. Cuidado… parece que se trata de una invitación a la lectura subversiva.

Os he traído un ejemplar de La terquedad del Izote.

Gracias. Oye… ahora que han pasado años y leés este libro, o el de Las mil y una historias de Radio Venceremos, ¿qué encuentras?

Bueno precisamente había pasado varios años sin releer ninguno de los dos, pero hace como quince días me tocó releer este…

¿Por la reedición?

Sí, porque vamos a lanzarlo de nuevo. Y me impactó. Me impactó, empecé a releer historias y me decía ¡puta, y esto lo vivimos nosotros! Uno empieza a verlo casi como algo antropológico. Es un mundo que ya no existe, el mundo de la montaña, de todos aquellos valores que había en la selva, y que son tan diferentes a los de la ciudad…

¿Era un mundo más bello?

Cuando no piensas en el dolor de la guerra sí, es un mundo que aparece como bello cuando lo lees. Es un mundo bello de leer y de recrear.

¿Así lo ves cuando mirás hacia atrás?

Lo que pasa es que se entremezclan los mundos, porque cuando releo las partes en las que estábamos en los bosques de Nahuaterique, en aquel bosque idílico de conejos y venados, que me recuerda a Salarrué, el compañerismo, las enseñanzas que recibía de la población campesina, la solidaridad, el valor de un pedacito de pan tras cinco días de guinda, sin comer…
(Como llamado misteriosamente por las palabras de Santiago llega Alex, el mesero, para ofrecernos el menú. ¿No será que Sixto Paz se quedaba corto con esto de las señales cósmicas? Nuestro entrevistado ya lleva avanzada su cerveza, pero nosotros nos apuntamos a las limonadas. No es cosa de correr riesgos y luego desvariar con las preguntas. La pílsener sobre la mesa es motivo de bromas. Consalvi trata de que Walter no le fotografíe bebiendo)

Es para no hacer publicidad gratis, ja, ja. Bueno, déjame, que voy a perder el hilo… Decía que esas escenas se me cruzan con las del Mozote, cuatrocientos niños fusilados bajo la iglesia, el olor de la carne chamuscada… Como decía "Maravilla" (Hernán Vera): en la guerra un rato se sufre y otro rato se goza. En los recuerdos se entrecruza lo bello y lo feo… los paisajes, los amaneceres en Morazán, con la imagen del primer muerto que uno conoció, que era el compañero Toni, de la Radio Venceremos, o los demás que fueron cayendo.
Después de la guerra hay quien trata de alejarse de ella, romper todo vínculo con ella, y por el contrario quien siempre la lleva unida a su presente como un elemento clave ¿no?
Y hay quien se avergüenza de haber vivido su historia, y gente que lo niega.

¿Tú tenés amigos que han reaccionado así?

Fíjate que no, porque nuestras vidas se separan, y cada uno lleva su onda, y unos viven en Oxford… ja, ja.

Ja, ja, no sé a quién te referís.

Y a esos no me los encuentro nunca. No asisten a ninguna actividad cultural…

Otros hacen telenovelas en México…

¿Quién, Maravilla? Sí, pero aquel no reniega del pasado. Maravilla guarda esto con mucho orgullo y por cierto, lo vamos a traer. Se los voy a pasar, porque ese sí es un personaje para una entrevista.

Tú sos venezolano, como Maravilla…

Era.

¿Eras?

Es que… yo soy salvadoreño. Me siento muy salvadoreño, y puteo a quien sea capaz de negarlo.

¿Y te fugaste con él, en aquel episodio en Venezuela?

¿En cuál? No, yo no… y Maravilla tampoco. Estás confundiendo con Roque…

No, seguro. Es una historia que contó Giovanni Galeas en Tendencias: Maravilla está preso con un grupo de guerrilleros venezolanos y para escaparse diseñan unos túneles, y al salir no salen a donde querían sino a la sala de una mujer que está haciendo brujería, y que los confunde con dioses y por eso les da refugio. Es una historia fascinante. Y al menos eso cuenta Giovanni.
Pues no, nunca me lo contó, y no creo…Pero habría que revisar. Yo a Maravilla lo conocí en Managua, junto a otro periodista, haciendo video. Y él venía a hacer una película sobre la revolución sandinista y se bajó por aquí cerca de la UCA a orinar, y orinando se encontró a otro que resulta que era un guerrillero venezolano, que es el que lo recluta para quedarse aquí en El Salvador.

¿Y tú como llegaste aquí?

Es una historia muy larga, pero te la voy a hacer radiofónica, en un minuto: yo estudiaba periodismo, bachillerato de día y periodismo de noche, que entonces se podía. Y fue el terremoto de Managua, y sentí un terremoto interno, una necesidad inexplicable de ir para allá. Y me puse a buscar por toda Caracas a un periódico que me enviara a Managua como corresponsal ad honores. Y ahí me tienes un 24 de diciembre de 1972, frustrado por no poder ir Managua, cuando un vecino, que era del Radio Club venezolano me dice "Oye, Santiago".

¿Cómo?

No, "Carlos", me dice…

Ja, ja. Ya decía yo…

Sí, me dice "estamos preparando el primer avión militar Hércules E-130 que va a ir a Managua", con un hospital y un grupo de rescate… Y ahí me metí… se ve que estaba escrito que yo venía para Centroamérica. En Managua aquellos días del terremoto fueron una experiencia extraordinaria, que algún día se convertirán en novela, si me dejan escribir. Y me encontré con una nicaragüense muy hermosa… ja, ja. (Santiago reacciona con risas a nuestras miradas cómplices… adivinamos lo que viene). Tuvimos una relación muy intensa, en una noche, y luego resulta que ella es militante del Frente Sandinista, y ahí me amarro a todo, me amarro al amor, a todo…

Periodismo y mujeres…

Una mezcla explosiva ¿verdad?

Y además la ideas románticas de la época…

Pero así fue, y me amarré a Nicaragua. Pero regresé a Venezuela, y allí conocí, otra vez, a una venezolana…

Ya, lo dicho.

Y con ella, con Cecilia, me fui a Buenos Aires, porque era cantante, y Mercedes Sosa le había propuesto grabar un disco… Y allí los escuadrones de la muerte estaban matando periodistas…

Pero en Buenos Aires ¿qué hacías?

Bueno, fui chófer de Mercedes Sosa, y le llevaba la guitarra a mi compañera, y escribía cosas y mandaba fotos para El Nacional de Caracas. Allí fui fotógrafo de Borges... Y la Policía me detuvo, por barbudo, Y Mercedes Sosa me tuvo que sacar del país, de nuevo a Venezuela, donde hice radio, y con una compañera viajé a Europa… a Paris…

Tenías vocación de trotamundos.

No, yo andaba tratando de estudiar periodismo. También para eso había ido a Río de la Plata.

Pues hay maneras más sencillas.

No, porque el Ejército había allanado mi universidad…

Esa es una manera de verlo: la otra es que todos tus intentos por estudiar van de la mano de una mujer distinta cada vez, ja, ja.

Y vos… ¿en todos los lugares en los que has estado has estado con una sola mujer?

No, yo…

Ja, ja, ja, ja. Bueno, allí conocí a una persona que sería muy importante en mi vida, que se llamaba, ahora se puede decir, Rosa Pazos. Con ella me levantaba a las cinco de la mañana a trotar, con la idea de montar una radio clandestina en Nicaragua. Fue un gran amor… Con ella conocí la nieve, conocí a Bob Dylan… Vivíamos en una buhardilla, en París, y yo empecé a investigar para escribir un libro sobre la Nicaragua del siglo XIX.

En lugar de acercarte a El Salvador te estás alejando.

No, porque vine a Managua a recabar información para el libro, y saliendo del banco de América escucho unos disparos y eran los que daban muerte a Pedro Joaquín Chamorro, el director de La Prensa. Yo andaba con mi cámara, y grafico toda la historia, el cadáver, la multitud, el entierro… Y me quedé. Una amiga fotógrafa me conectó con un trabajador de La Prensa y empecé a publicar una columna que se llamaba "en el país de las fábulas", o algo así, en la que ironizaba sobre los discursos de Somoza y sus invenciones para ocultar a los criminales que mataron a Chamorro. Usaba el seudónimo de "Carlos Gallo".

¿Nunca montaste la emisora en Managua?

No, no pudo ser. La situación se volvió muy confusa. Pero escribí para los primeros números de Barricada, y estuve en La voz de Nicaragua… Y fue Maravilla quien le dijo a la gente del Frente "allí hay un baboso que sabe de radio…". Porque aquí ya había planes de montar una radio.
(Ahora sí, llega la hora de comer. Santiago se limita a una ensalada. Nosotros nos sacamos la espinita de la sopa de tomate que Juan José Daboub no nos dejó probar y le añadimos unas focaccias. Tanto ir y venir a Argentina, Francia y Nicaragua nos ha dado hambre).
El caso es que el FMLN me lo propone, les digo que sí, y llego a San Salvador el 24 de diciembre de 1980.

Vaya, ha sido una fecha importante en tu vida.

Sí, fijate, y después pasé alrededor de diez navidades también muy intensas. Caminando, siempre caminando… con Monterrosa atrás.

¿Sos religioso?

No… Bueno, estudié en un colegio religioso, y seguí una costumbre que debe de ser española, que es la de los trece primeros viernes… que dice que tienes que comulgar trece viernes seguidos e irás al cielo. Supongo que precisamente porque ya me gané el cielo con esa indulgencia luego me despreocupé del tema. No soy practicante. Sin embargo tengo un concepto muy mágico de todo lo que tiene que ver con la religión. La respeto mucho. Y me interesa la historia de la Iglesia en el país… Pero en un momento de peligro invoco a Tlaloc, el dios de la lluvia.

Cuando tenías a Monterrosa atrás no pensabas en Dios, sino en Tlaloc…

No, yo pensaba en salvarme, ja, ja. Lo cierto es que una vez una bruja me dijo que yo tenía siempre a dos animales protegiéndome… y si después de once años estoy contando eso, después de haber vivido esta historia a la que muchos no sobrevivieron, después de haber sido perseguido…

Cuenta Guayo Molina que le paraban a cada rato en los aeropuertos porque se parecía a ti, ja, ja.

Lo que no cuenta es que las señoras le invitaban a comer por eso mismo, ja, ja. Como sea, algo me protegió ¿no? O fue la suerte, o las ganas de vivir, porque yo no quería morirme, te lo juro. A pesar de que les insistía a los comandantes para que me enviaran con la grabadora a primera línea de fuego, porque era la única manera de ganar la primera batalla que tenía que vencer Radio Venceremos, que era la de la credibilidad. Porque había una campaña contra nosotros y nos llamaban la radio mentiremos.
¿Y cómo gana credibilidad una radio guerrillera?
Tenías que ir y entrevistar al Viceministro de la Defensa, que acababa de ser derribado en helicóptero, y lo hacías en el fragor de la batalla. Y lo convertías en una victoria política, porque era una victoria militar y la prensa nacional, internacional, no llegaba, y si no estabas tú ahí, haciendo periodismo, yendo a la fuente, la propaganda decía que era mentira. Y como anécdota: la única vez que pensé en la muerte en aquellos once años, cuando me di cuenta de que la muerte sí existía, fue en los últimos días de la guerra, porque el batallón Arce, el Atlacátl, no venían en formación, sino desordenados, regresando porque la guerra había terminado…y eso era lo más peligroso. Me acordaba de un libro que narraba la muerte del último muerto de la segunda guerra mundial. Yo pensaba, "puta, qué triste ser el último muerto de una guerra". Y temí ser ese último muerto.

¿Te gustan las armas?

Quizá no, fijate… Sólo las que tengo en el museo. Y tengo una pistola que me quedó de la guerra, y no la uso. La tengo como recuerdo.

Que no se entere la PNC, ja, ja

Sí, ja, ja, porque no está registrada, ja, ja. Es un objeto histórico. Y no le enseñaría a usarla a mi hijo jamás.

Pero la disparaste.

¿En guerra? Solamente en una oportunidad y al aire, porque no veía. En una emboscada, y con una pistolita porque no nos habían dado más armas, disparé tres tiros al aire, para hacer ruido y escapar, romper un cerco.

Las tres balas de Santiago.

Sí, mis tres balas… y contra nadie.

¿Te sentías periodista o combatiente?

Periodista. Yo era periodista. Y me sentí poeta también, porque la Venceremos tenía una gran carga poética. Los editoriales… todo.

Supongo que gran parte de eso se ha perdido para siempre.

Estás completamente equivocado. En eso sí soy religioso: en conservar la memoria. Fui grabando día tras día todas las transmisiones de Radio Venceremos, y es uno de los tesoros del Museo de la Palabra y la Imagen. Ha habido estudios, pero falta quien escriba esa historia, que se siente a escuchar esos cerca de tres mil casetes. Y también rescaté algunas grabaciones de la Farabundo Martí, y de la emisora del gobierno, de la Cuscatlán. Y tenemos todo el cine que se hizo durante la guerra. Y el resto del cine que se ha hecho en El Salvador. Porque esa es la idea, rescatar la memoria histórica y cultural del país.

Eso suena muy ambicioso.

Es que el proyecto, que nació muy unido a la idea de conservar la memoria social del país desde la insurrección del 32 hasta la guerra civil, se convirtió en otra cosa. Y no fue por culpa nuestra, sino por la genialidad de la gente, de las comunidades. Una vez en Primera Plana iniciamos una campaña que se llamaba "contra el caos de la desmemoria", y animábamos a la gente a darnos lo que tenían guardado en un baúl y que era parte de la historia del país. Pero cometimos un error… no pusimos mojones, no pedimos cosas de una fecha determinada… y empezaron a traernos una escopeta que habían encontrado en la cueva de Anastasio Aquino, cerámica precolombina, cosas de Roque Dalton, de Prudencio Ayala… Y nos encontramos con esto cuando el Museo de la Palabra era sólo un cuartito, pero entendimos que era un mensaje de la sociedad, en contra del mito de que al salvadoreño no le interesa la historia o es desmemoriado.

Y se metieron en un gran huevo.

Nos echamos ese trompo a la uña, como dice Maravilla. Y ahora tenemos desde todos los petrograbados del país fotografiados y pintados hasta… bueno, yo traigo en estos momentos en las manos el polvo de los manuscritos de una de las colecciones más importantes de la cultura nacional, que no les voy a decir qué es porque aún no hemos firmado el convenio de donación, pero que ha estado 19 años perdida. ¿y cuál es el pedo? Que desde la izquierda siempre hemos estado diciendo que el Estado no valora la historia, pero ¿y nosotros? ¿y la sociedad civil? La propuesta del museo se basa en la respuesta de ciudadanía.

¿No crees que se ha generado la impresión de que la memoria es de izquierda?

Mirá, el 32, por ejemplo, ha sido manoseado, manipulado ideológicamente tanto por la derecha como por la izquierda. La derecha para crear el mito del comunismo vencido, para que el partido de gobierno cada campaña electoral la inicie, vergonzosamente, en Izalco. Y ARENA tiene que hacer autocrítica, y algún día, si tienen tres dedos de frente, darse cuenta y no volver a hacer eso. ¿Cómo vas a iniciar una campaña conmemorando la muerte de diez mil campesinos indígenas en el país, un etnocidio? Mira, no sé si el Presidente Flores lee El Faro, pero si no que se lo lleven, con mi mensaje: no pueden seguir haciendo del 32 una bandera de victoria.

¿Y la izquierda?

La izquierda ha fabricado un mito. Porque no es cierto que el partido Comunista condujo a las masas y fue vanguardia. La historia no se puede ver sólo en blanco y negro.

¡Pues cuánto nos quedará para afrontar la historia reciente, si aún no vemos con frialdad el 32!

Yo creo que sí estamos listos. Porque yo digo, y un compañero me ha rebatido en algún artículo, que al firmarse los acuerdos, en los que ninguna fuerza pudo imponerse a la otra militarmente, muy bien puede hablarse de una guerra sin vencedores ni vencidos. Y eso nos da una oportunidad única en América Latina para reescribir nuestra historia sin que lo hagan los vencedores.
Es que una cosa son lo hechos históricos, pero de la historia… o ganamos todos o no gana nadie.
Por eso…. Todas las actividades del museo no son pensando en el pasado… es paja. A mí el pasado me importa un bledo. En realidad a mí lo que me importa es aprender del pasado para construir el futuro.

Eso no lo vas a hacer tú solo.

No, no, no. Eso lo están haciendo también ustedes en El faro, que se quedaron a medias con sus especiales históricos pero lo van a retomar...

Ja, ja… menuda indirecta.

Lo está haciendo mucha gente, incluso el mismo estado. Concultura, con todo lo que se la pueda criticar, Maíz, Imágenes Libres… Mucha gente. Hay una dinámica que va a hacer que comencemos a releer nuestra historia desde un punto de vista desideologizado. Se ven señales.
Pues durante mucho tiempo se ha mantenido un discurso oficial de "perdón y olvido".
Pero es un discurso que no abona mucho a la construcción de una cultura de paz.

¿Qué papel juega el dolor en todo eso?

Los duelos no liberados, los duelos postergados no sanan las heridas. Hay miles de madres que no tienen dónde ponerle una flor a sus hijos. Hace falta que se conozca la verdad del Mozote, y de los errores que también cometió la izquierda, como el asesinato de Rodríguez Porth, de Pecorini… Cuando se conozca toda esa historia y se haga un reconocimiento de culpas… El Papa lo hizo, ¿por qué no nosotros? El ejército chileno lo hizo, ¿porqué no nosotros? Y mientras no sanen las heridas no habrá reconciliación. Por eso es muy importante el memorial que ya se está terminando en el parque Cuscatlán, que tendrá 50 mil nombres.

¿Quiénes se muestran más interesados en la historia, los viejos o los jóvenes?
Pues la experiencia que tenemos es que todos. Y eso que cuando empezamos con el museo, un dirigente político nos dijo "van a fracasar"…

¿Quién?

No importa…

Venga, decilo…

Ya ha muerto… al menos en mi memoria, ja, ja. Pero son las comunidades quienes nos han hecho las colecciones. Te llega una viejita que te dice "mire, aquí tengo esto, de un novio que tuve, que se llamaba fulanito de tal y que era fotógrafo". Y son fotografías fabulosas de la insurrección del 32.

¿Y te las venden?

Nos las regalan, No compramos ni tenemos con qué comprar.
Siempre he pensado que los salvadoreños en el exterior son quienes más se deben de haber volcado con el Museo, los más interesados.
La verdad es que cuando hemos hecho exposiciones o actividades en Los Ángeles, en San Francisco, hay una extraordinaria respuesta, y buscan los libros, las películas… Y es que como dice una novela venezolana, cada salvadoreño lleva consigo una patria portátil. Me recuerda a lo que escribió Roque, de los guanacos llorando…

…Cantando el himno.

Sí, cantando el himno. De hecho hemos pensado en poner una sucursal del museo en Los Ángeles.

Y tú, ¿Por qué no te has nacionalizado?

Porque no lo necesito para ser salvadoreño. Ya te digo que lo soy, y punto.

Y eso no depende de los demás, ¿no?

Efectivamente.

(La conversación deriva por los derroteros de las preguntas inevitables acerca de la relación de Santiago con uno de sus ex compañeros de emisora y guerra en Morazán, ahora consagrado a la lucha anticomunista desde los púlpitos escritos. Consalvi reacciona con calma, restando peso e importancia al tema. Y a las personas. Compramos su desinterés y decidimos saltar a otros asuntos. Nadie pide café, así que el almuerzo casi toca a rebato).

¿Votarías por Schafick Hándal?

No. Yo no puedo votar, ja, ja. De hecho nunca en mi vida he votado.

Bueno, ja, ja, pero ¿cómo valorarías una hipotética victoria electoral del FMLN?

Yo creo que lo mejor que puede hacer el Frente es buscar dentro de lo que suele llamar sociedad civil a alguien que pueda concertar y echarse… es decir, los problemas del país son tan difíciles que hay que aunar esfuerzos, seguir las fórmulas del Plan de Nación… Hacer otra cosa es un error que puede salirle muy caro al país.

¿Alguna vez te ha tentado la política?

A mí los políticos me aburren. Sobre todo estos que hacen politiquería.
Oye, terminando… Nos has hablado de viajes y mujeres… ¿con quién te quedaste?
Bueno, mi pareja es salvadoreña…

¿La conociste en la guerra?

No, la conocí después de los acuerdos, en la radio, y se ha convertido en uno de los pilares del museo en materia de investigación, etc. Se llama Georgina.

(Las palabras de Santiago han sonado a "sí quiero", así que no hacemos comentarios. Parece que a este aventurero trotamundos se le están acortando feliz y voluntariamente los pasos).

Y cuando miras al futuro… ¿ves más viajes?

Yo no pienso más allá de cinco años. Mis planes son siempre quinquenales. Y en cinco años me veo con un Museo de la Palabra en uno de los principales parques de la ciudad, en un edificio moderno funcional, con todas las condiciones de conservación, para tener allí las colecciones de todos los literatos salvadoreños, con una gran sala de exposición permanente, y salas de exposiciones temporales, con un área para artistas jóvenes…

Y todo eso en cinco años.

Sí.

¿Te va a dar tiempo?

Yo creo que sí, ja, ja.

http://www.elfaro.net/secciones/Noticias/20030623/Platicas1_20030623.asp