domingo, 12 de abril de 2009

La revolución salvadoreña derrota a la oligarquía

Por Heinz Dieterich
Publicado en Contrapunto

Los 75,000 mártires de la guerra civil en el triunfo electoral; análisis del triunfo de Mauricio Funes por un estudioso de las izquierdas latinoamericanas; su significado internacional.

MEXICO DF - El triunfo electoral del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el pasado 15 de marzo en El Salvador, es un evento de dimensiones históricas. Por primera vez, en quinientos años, la voluntad de las mayorías se ha impuesto sobre la de una de las oligarquías más sangrientas de América Latina. Así, el martirio de 75,000 caídos en la heroica lucha contra la tiranía de los años ochenta, ha sido reivindicado.

No es el triunfo que el FMLN había conquistado en la guerra popular revolucionaria (1981-1992), cuando derrotó en 1984 a la Guardia Nacional y al Ejército asesino; o cuando la ofensiva estratégica, en noviembre de 1989, tomó la capital San Salvador y demás ciudades principales, como Santa Ana, San Miguel y Usulután. En ambas ocasiones, la intervención del ejército más poderoso de la tierra en el pequeño país de 21 mil kmq evitó el colapso del aparato militar de la oligarquía.

La intervención de Washington en 1984 causó una grave crisis en el FMLN, pero el replanteamiento táctico-estratégico de las cinco organizaciones armadas y el repliegue hacia el pueblo (“la montaña de la guerrilla”) pararon el avance gringo-oligárquico y salvaron a la Revolución. La solidaridad internacional jugó su papel de retaguardia estratégica, con hospitales, entrenamientos político-militares, y, posteriormente, cohetes antiaéreos que llegaron desde lejanas tierras asiáticas hasta cercanas tierras caribeñas. Superada la crisis, la ofensiva estratégica de 1989 obligó a Washington a negociar un modus vivendi de posguerra que planteaba el desmontaje del militarismo, importantes reformas constitucionales y la incorporación del FMLN como partido político.

Un gobierno de centroizquierda

Como partido, el FMLN tuvo éxito en elecciones municipales y legislativas, llegando a gobernar las alcaldías más importantes del país y teniendo una representación considerable en el Parlamente, aunque insuficiente para bloquear la política económica del gobierno neoliberal de ARENA. El Frente fracasó, sin embargo en tres comicios presidenciales consecutivos (1994, 1999, 2004), lo que parecía indicar que nunca iba a poder derrotar a la oligarquía en las urnas.

Pese a todo, superando una serie de crisis internas; escogiendo al periodista Mauricio Funes, de larga trayectoria anti-derecha, como candidato presidencial; aprovechando el desencanto neoliberal por la crisis mundial; presentando un proyecto de gobierno de centroizquierda que dio confianza a las clases medias y dividió a la clase empresarial, un sector de la cual proporcionó millonarios recursos materiales a la campaña del Frente, se logró el triunfo electoral del 2009.

El resultado de estos factores es un gobierno de centroizquierda, y no podía ser de otra forma, porque el proyecto de izquierda fue imposibilitado en 1984 y 1989 por la intervención gringa. Era el único proyecto políticamente viable para derrotar al partido de la oligarquía, ARENA. La alternativa era quedarse en la oposición.

¿Qué significa ser gobierno de centroizquierda hoy en América Latina?

Ser gobierno de centroizquierda en América Latina hoy significa ser parte de la dinámica latinoamericana de avance de las fuerzas progresistas. No hay, hoy día, un gobierno socialista en Tierra firme: ni gobierno del Socialismo del Siglo XX, porque ninguno se basa en el Partido Único y la economía de mercado no-crematística, regida por precios administrativos y del mercado mundial; ni gobierno del Socialismo del Siglo XXI, porque ninguno se basa en la democracia participativa y la economía de equivalencias (valores de trabajo).

El carácter de clase de esos gobiernos, tomando en cuenta sus considerables diferencias nacionales, se define por tres grandes objetivos: el Estado de Derecho, el Estado de Bienestar y la soberanía y dignidad nacional. Esta es, también, la esencia política del gran triunfo popular en El Salvador. No es el triunfo original de 1984 y 1989 del FMLN, pero abre las vías de evolución hacia otro tipo de sociedad que estaban cerradas por el férreo control de la oligarquía.

La refundación del Estado

El principal obstáculo para lograr la construcción del Estado de Derecho, del Estado de Bienestar y de la soberanía, son las estructuras de poder de la oligarquía. Esas estructuras están intactas, desde sus Fuerzas Armadas, hasta la policía, el sistema judicial, el poder económico, sus medios de comunicación, incluyendo sus apoyos internacionales, como “Fuerza solidaria” que es una especie de “Brigada Mobil” internacional de guerra psicológica sucia contra los gobiernos progresistas latinoamericanos, particularmente Venezuela y Cuba, que cuenta en El Salvador con el apoyo de grandes empresarios claramente identificados.

De particular importancia es la reestructuración democratizadora del Estado oligárquico. Esto significa, en lo inmediato, la elección de los cinco magistrados de la Corte Suprema, de la recomposición del Tribunal Electoral, la dirección del Órgano Legislativo y, de parte del Frente, la configuración del Gabinete ministerial. Para las elecciones de 2012/2014, se trata de alcanzar el apoyo de las mayorías del país.

La lucha por el control del Estado

La derrota electoral de la derecha ha abierto un vacío del poder central en el país. Ante este vacío, ARENA ha reconcentrado su poder en una pequeña oligarquía de cuatro expresidentes, cuya misión consiste en impedir que el FMLN convierta el triunfo de una batalla electoral, en el triunfo de una guerra entre dos proyectos históricos.

Hay, por lo tanto dos dinámicas que intervienen en la refundación y la nueva distribución del poder del Estado. La negociación entre la derecha derrotada y el gobierno electo de centroizquierda, por una parte, y la negociación interna de las fuerzas triunfantes, por otra.

Pueblo y refundación del Estado

El triunfo electoral fue obra de tres sujetos políticos: el pueblo, el FMLN, y el grupo presidencial (Mauricio Funes y “Los amigos de Mauricio”). El gran debate ahora es si esos tres sujetos deben nombrar a los ministros del nuevo gabinete ---la cabeza del aparato ejecutivo del Estado remodelado--- de manera equitativa, o ponderada. Si los tres fueron los arquitectos del triunfo, ¿tendrá el pueblo el derecho y el poder de escoger el 30% de los ministros? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cuál es el sujeto organizado que representa al pueblo?

Ante el enorme poder del binomio oligarquía—imperialismo, la unidad de los tres sujetos que construyeron la victoria electoral es esencial. Pero esa unidad sólo será invencible si su centro de gravitación es el pueblo. Dos grandes lecciones del país lo confirman: el repliegue del FMLN en el pueblo ante la intervención del imperialismo estadounidense, que impidió su destrucción y el martirio de Monseñor Romero.

Previendo ser asesinado por la oligarquía, Romero decía proféticamente: Si me matan, resucitaré en mi pueblo. Y hoy está resucitando junto al otro gigante de la identidad salvadoreña: Roque Dalton, asesinado por un comando del ERP, cuyos miembros, entre éstos Joaquín Villalobos, viven hasta este día en la infamia de no entregar los restos mortales de este gran revolucionario centroamericano.

Ambos, Romero y Dalton, junto a los 75,000 mártires, resucitaron en el corazón del pueblo salvadoreño. Y así se ganó la batalla electoral por el derecho a la refundación del Estado de El Salvador. Decía Roque en un poema, “Todos los caminos de Roma llevan a la dialéctica”. En El Salvador, todos los caminos del triunfo llevan al Pueblo.

(*) Analista latinoamericano y colaborador de ContraPunto