martes, 15 de abril de 2008

Los oscuros vínculos de la derecha salvadoreña con el narcotráfico

La noche del 19 de febrero del año pasado, en la aldea El Jocotillo situada a 37 kilómetros de la ciudad de Guatemala aparecieron asesinados (y calcinados) 3 diputados salvadoreños del ultraderechista partido ARENA y el chofer de éstos. Apresuradamente, el presidente de El Salvador, Antonio Saca, afirmó que el crimen tenía móviles políticos, señalando que constituía un mensaje contra su gobierno y contra su partido. Algunos periódicos también apoyaron esta hipótesis, dado que entre los asesinados se encontraba el hijo del mayor Roberto D´Aubisson --fundador de los escuadrones de la muerte en este país--, y también porque el día del asesinato se conmemoraba el 15 aniversario de la muerte del mayor. Dos días después del crimen fueron capturados cuatro policías guatemaltecos de alto rango acusados de ser los autores materiales de la matanza. Sorpresivamente, pasados cuatro días de su captura, fueron encontrados degollados y tiroteados en el interior de una celda de la cárcel de máxima seguridad de Guatemala. Dos policías que no habían sido capturados se encuentran prófugos hasta hoy.

Luego de la insistencia del gobierno en afirmar que el crimen contra los policías había sido cometido por mareros como venganza a las acciones policiales contra éstos, fueron capturados cuatro sospechosos de ser los autores intelectuales del cuádruple asesinato. Todos ellos considerados miembros de un cártel de narcotráfico que opera en el municipio de Jutiapa, cercano a territorio salvadoreño. Así iba tomando forma la hipótesis prevaleciente en la población guatemalteca de que las dos masacres (la de diputados y la de policías) estaban vinculadas a luchas de narcotraficantes de la región centroamericana. Y más aún, que políticos de ambos países eran protagonistas importantes de esta disputa, ya sea como participantes directos de actos delictivos o a través de acciones de ocultamiento de la verdad. A excepción del periódico digital El Faro, la prensa salvadoreña tardó en compartir con sus compatriotas la información que se producía en Guatemala e incluso la obvió de manera sistemática.

Casi un año después de esta serie de asesinatos, en una aldea fronteriza a El Salvador, también era capturado Carlos Gutiérrez, más conocido como “Montaña 3” quien supuestamente era la cabeza del cartel que decidió el asesinato de los diputados y policías. Y ¡oh sorpresa! “Montaña 3” era asistente de Manuel de Jesús Castillo, diputado guatemalteco que meses atrás había sido expulsado por su partido debido a sus vínculos con el narcotráfico y cuya visa a Estados Unidos le había sido cancelada por el gobierno de ese país debido a las mismas razones. Para el momento de la captura de “Montaña 3”, “Manolito” como se le conoce en Guatemala, ya había “desaparecido del mapa”, debido a que finalmente diversos procedimientos judiciales lo despojaron de su inmunidad. Hasta la fecha se encuentra prófugo.

El último capítulo de esta turbia y enredada novela policíaca centroamericana lo constituye el reciente asesinato de Víctor Rivera, el investigador oficial del caso de los diputados salvadoreños. Rivera era de origen venezolano pero tanto en Guatemala como en El Salvador había trabajado en estructuras paralelas de inteligencia policial contra el crimen organizado. De la misma manera, en ambos países había sido señalado de dirigir escuadrones de la muerte y durante los ochenta se le vinculó con la CIA y junto a Luis Posada Carriles con la operación Irán-Contras. Las últimas declaraciones de este oscuro personaje --que solamente días atrás había sido destituido del gobierno y muy poco después fue ametrallado-- nos muestran su cercano conocimiento de la derecha salvadoreña y las vinculaciones de varias de sus facciones a organizaciones criminales, así como las sospechas que tenía de los vínculos del diputado William Pichinte con el narcotráfico. Valga la aclaración de que, dada la sucia trayectoria de Rivera, sus declaraciones no pueden considerarse como transparentes ni tampoco puede descartarse que él mismo estuviera involucrado en el crimen.

Hasta la fecha, ARENA y los altos funcionarios de gobierno han negado que ninguno de sus diputados asesinados estuviera involucrado en narcotráfico e incluso han lanzado la absurda teoría de que fueron confundidos con narcotraficantes. No deja de impresionar que sus pedazos y cenizas hayan sido encontrados en la finca Las Conchas donde se reunían en los años ochenta las ultraderechas de Guatemala y El Salvador a conversar sobre sus estrategias anticomunistas que por supuesto incluyeron el asesinato, tortura y desapariciones de miles y miles de personas. ¿Será que ese largo idilio se acabó? ¿Tendrá que ver en esto la debilidad que hoy muestra ARENA? Desde nuestro punto de vista, esta serie de crímenes no hace más que mostrarnos la intensidad de las luchas que están librando entre sí las derechas empresariales, militares y narcotraficantes de ambos países, así como su batalla por ocultarlas y su voluntad fallida de presentarse como elites modernas.

¿HASTA CUÁNDO SEGUIREMOS ESTANDO GOBERNADOS POR ESTA DERECHA NARCO-EMPRESARIAL CONTRAINSURGENTE?

La entrevista con Víctor Rivera puede leerse en: http://www.prensalibre.com/pl/2008/abril/09/230895.html

Otra opinión sobre el mismo tema puede consultarse en:

http://www.elfaro.net/secciones/Opinion/20080414/opinion5_20080414.asp

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