lunes, 1 de septiembre de 2008

Opinión



La confianza de Manolo Castillo
El alcalde prófugo de Jutiapa sonríe confiado.
Tomado de "El periódico" de Guatemala
Por: Dina Fernández

Con la camisa arremangada y una botella de refresco en la mano, el alcalde más buscado del país, Manolo Castillo, acusado del asesinato de los diputados salvadoreños, repartía sonrisas en los tribunales el viernes cuando recién lo habían capturado. El personaje que llegó a convertirse en el niño símbolo de las mafias en el Congreso no parecía muy preocupado por su suerte. Con los cachetes rosados, el rulo sobre la cresta y quizá unas pocas libras de más, Castillo se comportaba como quien se siente dueño de la situación.

Puede ser pose, pero el hombre que agasajó a Jutiapa con parrandas, fuegos artificiales y rifas de ensueño en la pasada campaña electoral mantenía la calma incluso cuando se encontraba rodeado por legiones de policías protegidos con chalecos antibalas.

Sus razones tiene el famoso Manolito para conservar el semblante imperturbable. Después de todo, hizo falta que se acumularan 4 mil llamadas en las líneas de denuncia de la Policía para que dieran con sus huesos. Y cuando al fin decidieron caerle, lo encontraron descansando apaciblemente en su casa, donde no me extrañaría que hubiera pasado buena parte de sus forzadas vacaciones, desde que supuestamente se fugó con gran estruendo el año pasado.

Ahora, dadas las circunstancias pedestres de su captura, pareciera que el hombre nunca se esmeró demasiado en asumir el papel de prófugo de la justicia. No apareció con el pelo oxigenado al estilo punk en un apartamento en Belice ni con una barba hirsuta de jihadista en un changarro de Utila. Obviamente no necesitaba montar el teatro, pues le permitían rumiar a su antojo en el propio terruño, al extremo de que el Concejo Municipal de Jutiapa tuvo el descaro de darle posesión del cargo de Alcalde a principios de año, cuando se suponía que lo estaba persiguiendo toda la policía.
¿Será posible que algo fundamental haya cambiado para que ahora vengan a capturarlo? El presidente Álvaro Colom y su colega salvadoreño, Antonio Saca, han declarado sentirse optimistas y afirman que el caso debe esclarecerse.

A mí no me cabe duda que Castillo por lo menos ha de tener información importante. El asesinato de los diputados salvadoreños está ligado a las operaciones que realizan las mafias de ambos lados de la frontera. En el caso hipotético –y remoto– de que los caciques de Jutiapa no hubieran participado de alguna de ellas, mínimo deberían estar enterados de cuanto sucede entre sus barbas.

Ahora bien, lo que Castillo pueda saber –y lo que incluso haya podido hacer u ordenar– no garantiza que la verdad vaya a salir a luz ni mucho menos que algún día se haga justicia al respecto.
Para eso necesitamos voluntad política, al más alto nivel, para desbaratar al crimen organizado, que como sabemos, tiene vínculos en todos los estamentos de la sociedad, incluidos el Gobierno y los partidos políticos. Asesinatos como el de los diputados salvadoreños ocurren rutinariamente en Guatemala y en El Salvador sin más consecuencias que algunos titulares en los medios de comunicación.

Si este caso en particular no se envió al saco del olvido fue por la relevancia política de las víctimas. Paradójicamente, esa característica tiene “colas” y también dificulta el esclarecimiento del crimen.
Puede ser que en Guatemala una de las motivaciones para resucitar la investigación estribe en sacarle los trapos sucios al anterior Gobierno, pero ese entusiasmo no puede desbordarse mucho, pues Castillo perteneció al actual partido oficial.

De igual forma, dudo que en El Salvador exista una genuina disposición de ahondar en los asuntos particulares de las víctimas (especialmente del diputado que había hecho fortuna con un negocio artesanal), menos aún cuando los vecinos están en plena campaña y el partido del Gobierno, Arena, va mal en las encuestas.

Lo único que podemos sacar en claro de este sorpresivo arresto es que Castillo proyecta la imagen de quien se siente protegido y bien parado para ir a juicio. Los hechos demostrarán en los próximos meses si las circunstancias han cambiado en esencia y existe un compromiso real para resolver este crimen, o si las aguas turbias vuelven, impetuosas, a su cauce.

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